Con los brazos alzados me sobra sangre en la cabeza…
Siento una especie de nube antipsicótica que turba las ideas, las simplifica. Ahuma todo rastro de creatividad, emoción o intuición. Esas pequeñas psicosis que sí se consienten aunque habitualmente bajo sospecha. Como cuando un yonkie pide monedas para un despertador.
Si la hipótesi se confirma, se convierte en realidad, de lo contrario, este exceso especulativo es interpretado como «algo que no va bien».
Y es que pensar más allá de lo necesario, no se paga, pero sí se castiga. Seres despersonalizados despojados de la alternativa no sintética que les permita obviar lo tangible e indagar en lo ideal. El sufrimiento conceptual existe. El cansancio lógico también. Dejemos que el «sinsentido» forme parte de la definición de lo desconocido, dejemos que lo antagónico determine lo desconocido, defendamos lo excéntrico como motor de la evolución. Falta margen.
A menudo, la simpleza extendida me resulta ofensiva y monótona, pero es más sencillo anestesiar la trascendencia del brillante, del alí, para encumbrar aquellos carentes de habilidad metafísica.
La diversidad ideológica, la particularidad sentimental, la diferente percepción de los hechos, son vectores que construyen una realidad común, no necesariamente compartida, aunque sí complementaria. Rehuir la heterogénea induce al dogma, el juicio engendrado por la ignorancia y el miedo. Y parece que aceptar la complejidad angosta del » pêut étre » es una amenaza para comodidad simplista e inocente del inconsciente excelso, aquel que busca la verdad como un teatro estereotipado e impuesto, lejos de la contínua angustia del existencialista romántico.
Aunque duela;
Entiendo que terminaras con todo.
Debe estar conectado para enviar un comentario.